Cuando uno entra en la oficina de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Cáceres, ubicadas en el Parque del Príncipe, se topa , en un pequeño tablón de corcho, con dos fotos de Eusebio ; una , tocando la batería , en sus años mozos, en una verbena de Navalmoral, acompañado de una orquesta y dos chicas , al fondo, bailando un agarrado; en otra aparece con sombrero mejicano, revolver en la cintura , con carro de yugo de fondo y  dando cuenta de  medio cochinillo, cuchifrito, con motivo de la fiesta anual de los jardineros municipales en fechas navideñas; y es que  Eusebio tenía una vinculación especial con nosotros , ya que en el contrato que se firmaba , todo un espectáculo,  lo único que nos  exigía era una tortilla de patatas, eso si que tiene arte.

Eusebio dominaba el Santoral como nadie ; bastaba decirle una fecha y de inmediato te nombraba los santos del día y la vida de cada uno; todo  un memorión, como el cántabro José María Pereda , solía decir . Pero, queridos lectores, donde verdaderamente destacaba era como un gran cinéfilo. Vamos, que se conocía la música , títulos , actores y chascarrillos de cientos y cientos de películas españolas y extranjeras. De hecho era todo un espectáculo verle escenificar las películas del Oeste , con voz, silbando , tocando la batería y vestido al uso.  Afición que le venía cuando su padre estaba destinado de maestro en Zarza de Granadilla y posteriormente en Alcuéscar, donde el bueno de Eusebio proyectaba películas. Una de sus preferidas era La Pródiga, con Amparito Ribelles y Rafael Durán. A las 11 de la mañana en la  en la Caja , frente a el Múltiple, a las 12 , con el Garrovillano, el que vende las cosas del campo a la puerta del Santander , abajo, en el paseo de Cánovas y por la tarde la visita a la del Kiosco de Antonio Hurtado, su amiga; eran sus caminos y sus andares. Una frase aquí , una palabra allá , alegraba al personal por donde pasaba. Recuerdo una mañana que al Garravillano le dio “ un apretón “ y dejó al cargo del puesto a Eusebio, la que lió fue buena , cobrar, cobrar que iba a cobrar , vamos que regaló medio puesto : espárragos, criadillas y  aceitunas guisadas,  a todo el que por allí pasaba. Calles, calles se le ha puesto el nombre a muchos cacereños , los ciudadanos saben el nombre pero no los conocen; en el caso de Eusebio no habría la menos duda , le conocen el 98%  y además se lo merece, por una razón : a lo largo de muchos años nos ha alegrado un poquito la vida y, además,  con arte. Si no le ponen una calle, pues nada, ya plantaremos nosotros un árbol, en su honor. Que descanses  en paz Eusebio Martínez Núñez, el batería.

Matías Simón Villares